Leyendas

El padre y los tres hijos:  Había tres hermanos que siempre se estaban pegando y gritando. Su padre cansado de reprenderles por su comportamiento, un día les castigó. Y así dicen que surgieron el Santo Alto Rey, el Ocejón y el Moncayo. Desde entonces se pueden ver, gritar y discutir, pero no se pueden tocar.

 La cueva del aceite: Se cuenta que existía una cueva, de donde dicen que manaba aceite del techo, que se utilizaba para iluminar una lámpara, colocada al lado de la imagen del Cristo. Un día pasó un pastor a recoger el aceite y ... ((como tenía sed, pidió saciarla. )) Desde entonces el aceite se transformó en agua.

 Los milagros del Santo: Todo el mundo sabe, que cuando se tiene un dolor de muelas, hay que dar tres vueltas a la ermita. Gracias a ello, se te quita el dolor de muelas para todo un año.

 La ermita que se caía: Había unos monjes que cansados de subir a lo alto del Alto Rey, decidieron construir otra ermita, en un lugar más templado, en el término de Bustares, denominado la Pradera de Santa Coloma. Comenzaron a construirla, pero lo que edificaban durante el día, por la noche se caía. A pesar de este contratiempo, consiguieron acabarla y finalmente trasladaron las imágenes a esta nueva edificación. Sin embargo al día siguiente, todas las tallas aparecieron de nuevo en lo alto de la montaña.

 Los tesoros reconditos: Dicen que hay enterrados, cerca de la Peña de la Ventana, un caldero de oro y un becerro, que se escondieron profundamente para no ser encontrados. Pero también “dicen” que con los primeros rayos del sol de la mañana de San Juan, brillan por algunos instantes y señalan a quién quiera contemplarlo el lugar donde se enterraron.

 La mañana de San Juan y el río Pelagallinas: Cuentan que una mujer que tenía siempre sueño, cansada de bostezar durante todo el día, oyó una conversación que decía: “si en la mañana de San Juan, te levantas antes de amanecer, y te lavas la cara con agua fresca del río, no tendrás sueño durante todo el año”. Aquella mujer espera a la mañana del citado día y antes del amanecer, metió las manos desnudas entre las aguas del Pelagallinas, para después echarse el agua por su cara serrana. Cuentan también, que después de aquel día, no hubo en el pueblo, persona más despierta y lozana, más alegre y jovial durante toda su vida.

 Las piedras blancas y la pesca: Cuentan que en camino de “la junta de los ríos”, en mitad de su recorrido, existe una piedra de los deseos. En ella se echan piedras blancas, pidiendo que la pesca que se va a realizar al llegar al río Bornoba o al río Pelagallinas, sea fructífera. Y dicen también que antiguamente siempre concedía estos deseos. 

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